Desde que tenía catorce años quise estudiar Empresariales, era una estudiante del montón pero sabía lo que quería, me fascinaba el tiendeo, el mundo de la empresa, el dirigir una organización, me gustaba gestionar pero más ocuparme de la gestión de personas o de la comunicación, me apasionaba la política por ese ideal de sumar, de contribuir a la mejora de la situación, del bienestar de las personas… siempre soñé con tener la oportunidad de cambiar las cosas para mejorarlas y por qué no, hacerlo desde mi propia empresa.
Pero ese momento, ese
convertir el sueño en realidad no llegó tras acabar la carrera o después de los
primeros trabajos, porque a los primeros se sumaron otras oportunidades, nuevos
desafíos y nuevas vivencias personales que alejaron esa meta soñada. Ese momento de emprender, de diseñar tu propia ruta resurgió en los momentos de cambio, de incertidumbre y preocupación que trajo el inicio de esta nueva realidad.
Siempre he vivido
profesionalmente “entre telas y costuras de otros”, pero toda esta locura de
pandemia despertó en mí una necesidad, una oportunidad de cambio, de elegir
rumbo, de confeccionar mis propios patrones, de elegir botones, de poner
broches, de liderar un taller artesano haciendo lo que mejor sé, un trabajo a
medida, personalizado, poniendo mi creatividad y aprendizajes para ofrecer
soluciones en lo que más me apasiona, la comunicación y el mentoring.
Y tras la idea y la decisión de emprender, vino el vértigo, el miedo a asumir riesgos desconocidos… “¿Y si no me va bien?”. El dilema de siempre, la razón y la emoción.
Nunca he dudado de mí, porque este atelier de comunicación y mentoring es una continuación de mi trayectoria, es seguir cosiendo con el mismo empeño e ilusión de siempre, es continuar con mi red de personas que importan… es aportar lo mejor de mí tras más de veinticinco años en activo, es continuar aprendiendo, buscando inspiración, seguir bordando para que otras personas luzcan ese “diseño a medida” que cubra sus necesidades.
Tejí mi plan de negocio con los ánimos, contraste de ideas y conversaciones con mi querido e inspirador Gonzalo Santamaría y mi club incondicional, refugio y apoyo, “Los rompefechas” (Isabel Gorriti, Iratxe Marián y Lander Parra), en esas tardes duras de confinamiento donde no eran posibles los abrazos pero si los sentimientos cercanos.
Tomada la decisión y controlando ese miedo que también te impulsa, llegó el mes de septiembre y yo me sentía bloqueada, ni tan siquiera tenía un nombre, era una comunicadora en busca de naming… Y pensaba: “da igual el naming, céntrate en el plan de negocio”, pero si no le ponía nombre, ¿cómo comenzar a crear y planificar mi atelier?.
Cuando creas y diseñas para ti misma, las costuras y pespunteados no son iguales. No lo ves tan claro… pero afortunadamente siempre aparece tu “yo profesional”, esa voz en off que te habla “prepara una propuesta de naming para provocar una lluvia de ideas y recibir feedback”. Gracias a mi hermana Ana y a mis amigas Iratxe Marián y Enara Gantxegi pude tirar del hilo. Con Jon Maza, de la empresa Savilecode y compañero de Foodplay conseguimos bordarlo, ponerle ese broche final. Tras más de veinte propuestas en una hora y un recorrido por mis influencias y vivencias, tras nombres en inglés, en castellano, tras un mix de palabras imposibles, surgió Andrelier.
Siempre me fascinaron esos talleres artesanos que conservan su esencia, ese aroma a antiguo, a elaboración artesana, esos atelieres de moda que aportan diferenciación… Andrelier sintetiza ese toque francés tan arraigado en mí, representa mi manera de trabajar y crear, de comunicar con emoción, de contarse bien y es un gran homenaje a mi querido André.
Después del nombre vino el comenzar a generar la marca. Aquí mi yo como mentora vino al rescate porque practiqué conmigo misma lo que en tantas sesiones de mentoring trabajo con mis mentees. Así, cogí aguja, hilo y dedal y me puse a definir y describir las soluciones que podré aportar a las personas y organizaciones que confíen en mí, a detallar ese excel con ingresos y costes a tres años vista, a pensar en procesos, en perfiles de clientes, en estrategia comercial, en marketing, en contenidos para mi web.
Solo cuando te conoces bien puedes transmitir de forma sincera y con emoción. Mi hermana Ana me ayudó con mis elementos diferenciadores, mis puntos fuertes, no pensé al escucharla que serían tantos, y es que los demás siempre te hacen de espejo y amplifican tu perspectiva. Al verbalizar y diseñar mi portfolio de los últimos cuatro años, tomé consciencia de la labor realizada y el impacto generado con todas las acciones desempeñadas en comunicación y consultoría.
Siempre me ha encantado redactar, en todos mis trabajos he recibido encargos para realizar briefings, redactar contratos, memorias, informes, contenidos para redes sociales, textos para las webs corporativas… Pero no sabía que lo que durante tantos años he venido haciendo, hoy denominamos copywriting, generación de contenidos eficaces, con impacto, orientados a la venta. En el confinamiento descubrí lecturas sobre este tema que me cautivaron y que me mostraron el patronaje a seguir.
Y a la hora de diseñar mis soluciones, mis servicios, no pude desprenderme del mentoring al que llevo dedicando mucho tiempo y pasión estos últimos siete años, lecturas, cursos y una labor como mentora en Bilbao Ekintza y la Universidad (UPV), acompañando a otras personas en sus procesos de desarrollo y cambio. Muchas sesiones de mentoring, muchas horas de conversación en las que les hago mil preguntas a mis mentorizados/as para provocar su reflexión, horas en las que se profundiza en estrategia, objetivos y plan de acción. Porque, no nos engañamos, el proceso no es para exponer tu expertise, tus conocimientos, sino para guiar a tu mentee, para que se enfoque a resultados, para impulsar su talento de una forma más rápida.
Acabo de leer el borrador de este post a mi hija Amélie, ella siempre es mi primera escuchante, mi apoyo incondicional, mi correctora de emociones. Va por ti este estreno de “Entre costuras”.
A la pregunta de
¿Coser y cantar? No es fácil emprender, no sé lo que me va a deparar este
atelier en estos tiempos de incertidumbre, pero sí sé que merece la pena
intentarlo, que no estoy sola, que confío en mí, que trabajo en red, sé que habrá
áreas de mejora, pero siempre tendré un dedal para esos errores que pinchan. Mis
hilados siempre serán a ritmo de Queen, los Beatles y Loquillo, coseré con
ilusión y con creatividad porque comunicar bien, es mi pasión.